Colesterol & Triglicéridos
El colesterol es es un tipo de grasa presente en todas las células del cuerpo, cuya función es necesaria para el óptimo funcionamiento del organismo. Si bien es el hígado el que segrega la mayor parte, también suele absorberse de algunos alimentos que lo contienen.
Entre sus funciones está la intervención en la formación de ácidos biliares, responsables de la digestión de las grasas; y también es el encargado de formar determinadas hormonas sexuales y tiroideas. Pero, pese a que muchos órganos lo requieren, podría convertirse en un asesino potencial cuando no se controla de forma adecuada.
El gran problema que existe es que, muchas personas en este mismo momento están ignorando que lo tienen en cantidades elevadas ya que, como ocurre con otras patologías, al principio es muy difícil sospechar por la falta de síntomas.
Como consecuencia, se pueden producir graves problemas a nivel hepático, pero sobre todo en aquello relacionado con el sistema cardiovascular. Por ejemplo, hay un alto riesgo de desarrollar aterosclerosis, que consiste en la acumulación de este y otros lípidos en las paredes arteriales, impididiendo la buena circulación.
Debido a los peligros que acarrea y a la dificultad para diagnosticarlo de forma oportuna, es primordial conocer una serie de síntomas que podrían ayudar a encender las alertas.
Hasta el momento no existe ningún síntoma contundente que, sin análisis de sangre, ayude a identificar que se padece de esta condición. Sin embargo, los expertos han relacionado la recurrencia de ciertos síntomas con el desarrollo de colesterol alto:
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Cierta sensación de pesadez y dolor en la zona hepática y vesicular.
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Boca pastosa y seca, acompañada de una incómoda halitosis.
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Pesadez en el estómago y dificultades para llevar a cabo los procesos digestivos, en especial tras ingerir alimentos con altos contenidos de grasa.
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Eructos, gases e indigestión después de comer.
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Dificultades en el ritmo intestinal con tendencia al estreñimiento.
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Ganas de dormir tras ingerir las comidas principales.
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Nuevas intolerancias alimentarias.
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Urticaria o prurito en la piel.
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Dolor de cabeza o migraña. Pérdida del equilibrio y mareos. Dificultades en la visión.
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Inflamación y sensación de entumecimiento de las extremidades.
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Agitación al moverse o hacer actividades físicas.
A tener cuidado entonces.
Policlínico Santa Isabel de Hungría